Energía Femenina – por Yumma Mudra
«La energía femenina verdaderamente necesita ser redescubierta. Este es un asunto en el que cada una de nosotras debemos trabajar y entender profunda y honestamente.» Yumma Mudra
Y mi propia misión ha sido, desde hace muchos años, enseñar estos temas a mis alumnas, pues las danzas femeninas son un campo interesante donde puede desarrollarse nuevos caminos.
He creado Oriental Duende exactamente por ese motivo. La Danza Duende es incluso más profunda, es una escuela en la que trabajamos sobre QUIÉNES somos, porque nuestra danza es la manifestación en el espacio de todo lo invisible.
La danza es contagiosa y poderosa. No tiene que ver sólo con nosotros mismos.
Actualmente, muchas bailarinas de danza oriental, inconscientemente están actuando bajo el modelo patriarcal: aún no se han dado cuenta, y están un poco obsesionadas con su propio ombligo, o demasiado preocupadas con el dinero, la fama y una especie de auto-afirmación insatisfecha, infantil.
Creo que los profesores realmente pueden realizar un cambio si descubren lo mucho que la agresión y los celos están presentes en la forma en que enseñamos o aprendemos (por ejemplo, cómo utilizar el espejo en tu vida, en tu mente… ¿Es un espejo mágico? ¿Es peligroso?)
Las cosas podrían llegar a ser muy diferentes si los profesores entendieran lo mucho que influyen en la mente de sus alumnos, y lo mucho que ésto puede influir en el entorno artístico… Y fuera de él.
He visto resultados increíbles entre mis propias alumnas, que no sólo se convierten en bellas bailarinas, sino también especialmente valientes, elegantes y amables, gracias al trabajo interno y de percepción consciente que aplicamos en nuestra danza, y al ambiente que creamos en las sesiones. Se ayudan unas a otras, hay un sentido de humanidad solidaria y universal dentro de nuestra forma de aprender. Libertad, rigor, virtud.
Darse cuenta de lo importante que es esto para la humanidad conlleva tiempo y paciencia. Las mujeres pueden hacer mucho por la humanidad y más si están unidas. Utilizando la danza como medio para ayudar.Me refiero a hacerlo realmente en serio, no sólo con palabras agradables, las cosas cambiarán a mejor para todos nosotros. Hay mucho que estudiar, mucho en lo que trabajar y muchas cosas que transformar. En nuestra danza, nuestra psicología, nuestros valores, y en la manera en que hacemos “negocio”.
Pero quizás estos problemas y conflictos nos pueden ayudar a despertar y mostrarnos el verdadero valor sagrado de nuestra actividad como bailarinas, mujeres y artistas. El mundo lo necesita, y hay que hacerlo con mucha fe y dedicación, creo. Ésta es la verdadera danza mágica.
Francisco, mi amigo poeta, solía llamarme regularmente para preguntarme: « ¿ Bueno, qué, ya has empezado a aprender danza oriental?» De vez en cuando me mandaba páginas de revistas para informarme sobre el tema. Llevaba dos años empeñado en convencerme a convertirme a esta disciplina totalmente desconocida.
Bailé desde siempre. En cuanto logré sostenerme en mis dos piernas, quise bailar. Era una certidumbre y también una obsesión. Entonces me enseñaron a esforzar las piernas «en-dehors», a sostener mi cuerpo en puntillas, a mirarme fijamente en el espejo, a zapatear en el ritmo y a contratiempo también.
Más tarde, me volqué hacia prácticas más interiores, como el yoga y las artes marciales como el Shotukan, pero ignoraba todo lo relacionado con círculos, ondulaciones lánguidas, el camello, la serpiente o el abandono del cuerpo en el movimiento. Había casi olvidado que mis caderas, mi pecho y mi vientre podían hacer música también. Y cuando la danza oriental por fin me domesticó , descubrí una nueva sensibilidad, una dulzura y una feminidad delicada a flor de piel, que se ha venido desarrollando poco a poco en mi corazón. El corazón cariñoso, profundo y terrible de la Madre.
Del Oriente a la danza oriental sólo hay apariencia; ella es universalmente femenina. Antes de nada, es soberana de lo natural. Ella exige del cuerpo, de los músculos y de la piel, que se relajen. Adquiriendo suavidad, una sonrisa sube a los labios y ondulamos con generosidad, temblamos con vigor. Dejamos de ser mujeres con una determinada edad, con un rostro, un nombre o una historia, ¡ no! Es mucho más que eso, descubrimos en música a La Mujer, Esa que viene de la luna y que se escondía detrás del velo de los engaños.
No estoy hablando de cubrirse de fantasía o de oro, de plata o de seda para deslumbrar al público o para intentar una competición lamentable con Salomé, nutriéndose sin piedad de los sudores libidinosos de algunos predadores frustrados, fascinándose hasta la ceguera con el brillo de su propio ombligo. Ahí nos espera la trampa de la vanidad, de los celos mediocres que nos alejan de nosotras mismas y de los demás, que nos alejan de lo esencial.
La danza oriental se encuentra entre las danzas m á s naturales del mundo. Nació espontáneamente. Se respira sencillamente entre hermanas sin edades, sin prejuicios, en gran complicidad. Su encanto hipnotiza tanto a la que baila, como al que la ve bailar. Su sensualidad acaricia el alma y podemos de repente realizar nuestro espíritu en un cuerpo. La autenticidad es lo que hace su belleza, que no pertenece a nadie pero que cada bailarina revela en una nueva luz.
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